domingo, 18 de octubre de 2009

La historia de mi vida

Quejarse es una forma de vivir para algunas personas. Por cierto, era la forma de vida de mi madre. No recuerdo haber pasado un solo día sin oírla quejarse, interminablemente. No creo haber oído siquiera una palabra de gratitud de sus labios. Si las cosas iban estupendamente, era igual: ella se las arreglaba para encontrar algo negativo. No importaba cuán perfecta me esforzara por ser (¡y Dios sabe que traté de ser perfecta!), ella siempre veía algo malo en mí, igual que en mi padre. 


Después de muchos años de aconsejar a otros, he notado que mucha gente empieza cada sesión de terapia con una queja. Parece que no pueden evitarlo. Igual que mi madre, son adictos a las lamentaciones.

¿Por qué se queja la gente? ¿Qué quieren o qué esperan lograr cuando lo hacen?

Las personas que se quejan son por lo general individuos que no se han tomado el trabajo emocional y espiritual de desarrollar un yo adulto amoroso y compasivo. Como no han aprendido a brindarse ellos mismos la atención y la comprensión que merecen, buscan que otros cubran estas necesidades. Quejarse es el modo que han aprendido para conseguirlo. Usan la queja como instrumento de control, esperando que los demás se sientan culpables si no les brindan la atención, cuidado y compasión que persiguen.

La queja es un "tirón" que se les da a los otros. Energéticamente, los quejosos se han abandonado a sí mismos emocionalmente, por eso empujan a los demás a que se conviertan en sus comprensivos cuidadores. Son demandantes, como niños pequeños. El problema es que la mayoría de la gente detesta que se les fuerce y se les demanden cosas. Casi nadie quiere asumir la responsabilidad emocional de otra persona y se alejará si se ve enfrentado a sus quejas permanentes.

Éso es lo que hizo mi padre. Se alejó, se encerró en sí mismo, se convirtió en alguien emocionalmente inalcanzable para mi madre como forma de protegerse de que ésta lo controlara por medio de sus quejas. Por supuesto, esa no fue su respuesta sólo al comportamiento de mi madre. Cuando niño, él ya había aprendido a retraerse ante las críticas y quejas de su propia madre. Entró al matrimonio listo para encerrarse en sí mismo ante los tironeos de mi madre, mientras que ella entró al matrimonio lisa para hacer a mi padre responsable por ella. ¡Una pareja perfecta! 

(...)

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